Poesía... eres tú.

A 14 km del suelo...

                               

                A catorce kilómetros del suelo, justo encima de la estación de Etrabourg, una gota se forma de la nada. Ni una sola nube de donde aparezca. La poca humedad presente en la atmósfera se confabula para crear esta gota y la deja caer. Sigo su caída hacia el mundo, casi ralentizada. Poco a poco va deslizándose por el aire, esquivando el polvo. Poco a poco va acercándose a un mundo que no la espera. Poco a poco va directa a cambiar la vida de todos los que están alrededor de su destino. Pasa rozando mi oreja, yo ni la noté. Ahora veo que en el mismo momento que mi pie tocaba la tierra lo hace ella. Y se funde con la arena que alfombra las afueras de la ciudad.

Esta gota, que pasa totalmente inadvertida, ha sido la primera en caer en la ciudad desde hace siete años, siete meses y siete días. Pero no será la única, en el momento en el que ésta toca la tierra, millones de sus semejantes se abalanzan siguiendo su mismo camino, cruzan el cielo con furia para cambiarlo todo. En ese momento comenzó el aguacero, esa lluvia torrencial que bañó el oasis desértico hasta pasado mañana.

El agua se deslizaba formando torrentes desde mi pelo empapado hasta la primera sonrisa que mi boca formaba en años. Una sonrisa que había pugnado por salir desde lo más hondo de mi ser, pero que no parecía más una mueca por lo desacostumbrado que estaba a ese gesto. Por fin tenía una razón para ello. Llevaba cuatro años ahorrando, acumulando como una hormiga cada céntimo que recibía, para poder llegar al lugar al que pertenecía. Y además, este lugar no me podría haber regalado una bienvenida mejor. La lluvia, que no sentía desde que era un niño y que acentuaba aún más el aroma de la hierba recién cortada, me susurró al oído: Bienvenido a casa.



Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
Registrarse gratis