Grávidad Metamorfosis
Ellos, inmutables, nunca
detuvieron la macabra
danza, los obsoletos
movimientos aleatorios o
la inmersión desnuda
y arrojada entre
las paredes del segundero,
génesis de los olvidos.
El óleo explotaba
entre el Vacío y la Nada
y sus pigmentos, dagas rotas,
se hunden en la metamorfosis
de lo presente y pasado,
de los labios de cada
palabra en lo superfluo,
en lo profano,
después de las miradas
discontinuas de
nuestras manos,
del alfabeto inventado
por nuestros suspiros,
y antes de que lo ajeno
se convierta en cercano,
y de que se ahoguen
nuestras voces en el silencio
sagrado de la transgresión
[de tus ojos.
Lo inerte latente,
los lienzos descalzos
por los minutos,
los cristales derretidos
del recuerdo,
el éxodo de nuestros pechos;
las tazas frías de vuelos,
los vasos calientes
en las mejillas de tus pinceles,
y, después de todo,
las despedidas del humo danzante,
la plenitud del vacío,
la suavidad de la mirada amarga,
la amargura de la palabra suave.
Los dedos de los
labios apretados,
el ánimo de las cortezas
de los colores entrecortado,
la brújula marcando la noche
y los relojes el Norte,
las calles paseadas
por nuestros dedos,
las huellas cicatrizadas
en la arena.
Los marcos vacíos
en nuestras paredes,
las sombras clavadas
[en nuestros pies.
Las luces apagadas de
tantos soplidos,
las estrellas encerradas
en los dientes de león,
las nubes esparcidas
vibrando en nuestros oídos,
las lluvias melódicas
de tus sonrisas.
El movimiento etéreo y absurdo
de las siluetas del segundero.
El génesis de los olvidos,
el éxodo de nuestros pechos.