Poesía... eres tú.

Quid pro quo

La quietud de las vocales,
la histeria de la apoteosis
dormida.

La perpetua ficción
del instante,
la mácula insomne
de lo inmortal
sobre el precipicio
de lo continuo,
irrealidad de los pasos
y las manos inalcanzables;
un incansable canon
de lo querido.

La quietud de
los trazos vibrantes,
la amabilidad
de lo estéril,
lo solemne
del sueño vivido,
el deseo concebido
de lo mortal,
el laberinto paradigmático
de tu piel,
el alto y tergiverso
volumen de tus colores:
la multiplicidad de realidades;
el paralelismo inventado,
la convergencia dispersa,
la noche diluviada.

Los entes incorpóreos,
la contracción de lo yermo
y la dilatación de lo fecundo,
un espejismo macabro
por si la piedra nos hiciera eternos.

La dimensión cualquiera,
el gusto por ignorarlo,
el olvido de lo eterno
y el quid pro quo
del abismo candente.

La intrusión de lo
inevitable, el parpadeo
de las palabras
habituales,
de vocablos absurdos,
de comunicación
alejada,
y todo huido.

La transparente pasta
vítrea de lo mundano,
de lo vulgar,
de lo imposible.


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