Eco
Alguna vez se quedaron
tus ojos mis ecos,
sin saber si lo eras tú
o lo era yo.
Alguna vez clavaste
las sílabas de las
que me despojaste
en mis palabras,
en mi garganta,
y no quisiste quitar
ni una de las letras
que lloraste
de mis ojos.
Si las manos acariciaron
la pintura del pasado
y la extendieron por nuestras
espaldas, o si el carmín
de tus dedos me ha despojado
de mi piel, o si los labios
sólo movieron olas o
montañas o el cielo,
o si Dios cerró los ojos y miró
[hacia otro lado.
Alguna vez derramamos los des-, los dis-,
los in-, los a- y las otras fobias
por el suelo del maquillaje;
otras escribimos en versos
el carraspeo de las cortinas
y el parpadeo de cada noche,
y parpadeamos sin
saber si era noche o era día
o si era ella quien nos parpadeaba
a nosotros,
sin querer saber si nos vivíamos
o si era sólo una fotografía.
Alguna vez dejamos caer
telegramas hasta nuestras
últimas venas enraizadas
en la arena traspasando
nuestros pechos con
las manos, o
dejábamos morir
las bromas en almohadas
que ya no recuerdo.
¿He dejado alguna vez
de ser el eco?
¿O acaso lo dejaste
de ser tú?