Hoy es el día
Abro la tienda y despacho lo que mis clientes me piden desganado. Pero, como cada día a las 11 ella aparece, para no irse hasta varias horas después de esa lejana ventana, siempre mirando hacia mí. Siempre pensativa, siempre sugerente, siempre en su puesto como rogando que fuera a visitarla.
Día tras día pasé de sentirme observado y espiado, a una fascinación cada vez mayor. —Hoy me presento en su casa y le pido matrimonio —, eso me repetía día tras día después de un año entero.
Pero sí, hoy es el día. El anillo que se asentaba en el bolsillo de mi jubón ya pesaba más que una losa y pugnaba por salir ardiendo como una tea. Al cerrar mi tienda me encamino a la puerta de su casa, ella continúa en la ventana.
Una mujer me saluda y me invita a pasar y me acompaña por las galerías hasta donde se encuentra ella. Por fin, tanto tiempo y estamos juntos en la misma habitación. Balbuceando le digo a la mujer mientras la señalo, que ella es lo que quiero.
—Tiene muy buen gusto señor —dijo ella—, ¿qué talla quiere que le saque para su mujer?
Como única contestación, mi cuerpo lanzándose a través de la ventana. Ni siquiera en ese momento su mirada se movió del infinito, su cuerpo de madera no se lo permitía.