Saturno
Se nos ha apagado
la noche.
Cayó desde el
balcón
esparciendo sus
teselas por
los surcos de
los silencios
escondidos.
Por los surcos
de los silencios
pactados.
Lo que brotaba
de sus huesos rotos,
de la luna de cerámica,
era nada.
Esa nada a la que miró
a los ojos, a los ojos desencajados.
A los ojos que miran
con las pupilas del miedo.
Y la nada le rasgó la piel
hasta llegar al alma de óleo,
al silencio pactado;
le rasgó los pinceles
hasta desangrarle a los humanos.
Le miró a los ojos y
sus fauces le devolvieron
la mirada.