Poesía... eres tú.

Por una mirada, un Mundo

 

                          En su habitación, cuajada de pequeñas figuritas de animales en piedra, con la única compañía de su aya ciega, vivía recluida. Pasaba el tiempo aprendiendo a ser toda una mujer del renacimiento. Sabía bordar, cantar, tocar la lira, recitaba poemas como nadie y pintaba lienzos magistrales con los pocos materiales que le pasaban a través de una gatera en el tabique que cubría su puerta.

                Su única distracción era mirar por la ventana a un patio ciego al que no daba ninguna ventana más, pero que sus padres se encargaron de llenar de vegetación para animar su vida desde que era niña. Y siempre que lo hacía rezaba para que ningún pájaro tuviera la desgracia de entrar en ese lugar que sería su muerte segura.

                Lo que más ansiaba en el mundo era que alguien pudiera disfrutar de su arte, de su compañía o de su conversación; poder charlar mirando a unos ojos que tuvieran la vida que los de su aya no tenían. Pero ella ya estaba resignada a estar siempre así. Medusa era bondad pura y no quería dañar al mundo con su petrea mirada. 
 


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